domingo, 17 de octubre de 2010

Nuevos escenarios para viejas reivindicaciones indígenas en América

Los movimientos indígenas de América Latina parecen cobrar más fuerza gracias al progresivo avance de la democracia y los últimos logros electorales conseguidos por este colectivo.


El 22 de enero de 2006 asume el primer presidente de origen indígena (uru-aymara) en Bolivia, país que cuenta con un 62 % de población autóctona. “Estamos en el gobierno para cambiar la historia y acabar con la opresión, la injusticia y la discriminación de 500 años, y lo haremos sin odios ni rencores", dijo Evo Morales al comienzo de su discurso de investidura. Cuatro años más tarde, el 63 % del electorado boliviano vuelve a confiar en su política indianista incluyente. Algunos analistas ven en el caso boliviano el inicio de una etapa de “protagonismo” de la población indígena latinoamericana al que se sumaron Rafael Correa en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay. Si bien estas apreciaciones no dejan de ser correctas, Laura Giraudo y el sociólogo Juan Martín Sánchez, investigadores de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos del CSIC y la Universidad de Sevilla, respectivamente, insisten en el estudio del fenómeno desde una perspectiva transversal, por lo que afirmar que los indígenas “han despertado” o que son “los nuevos actores políticos” es cometer una injusticia con los movimientos indígenas que desde siempre han estado en activo y forjando la historia. “Se insiste actualmente en la novedad pero la sorpresa no radicaría en la participación indígena, sino en los términos del discurso y en el contexto”, asegura Laura Giraudo.










El presidente de Bolivia Evo Morales en una celebración con indígenas / Foto: Reuters
Desde la década de los 80 del siglo pasado, América Latina viene sufriendo profundas transformaciones en diferentes ámbitos. Hubo una liberalización de la economía que propició el nacimiento de varios acuerdos internacionales de libre comercio y en el plano estrictamente político, la democracia fue ganándole el pulso a las dictaduras militares. Los nuevos movimientos indígenas que emergen en pleno auge del Neoliberalismo, fueron críticos con este modelo, devastador en algunos aspectos, pero al mismo tiempo lo aceptaron porque generaba un contexto democrático favorable en el que experimentaron un rápido crecimiento y la consecución de algunos objetivos. Para Giraudo y Sánchez, “el reto ahora es reconstruir instituciones estatales post-neoliberales que den efectividad a los derechos constitucionales y a las autonomías comunitarias conseguidas”. La población indígena latinoamericana, unas 40 millones de personas (10 % de la población total), de algún modo ha visto reforzados sus derechos gracias a marcos jurídicos establecidos a nivel nacional mediante reformas constitucionales que reconocen el pluralismo cultural de sus sociedades, e internacional, a través de las Declaraciones de la ONU o la OEA sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
A partir de los años 90, se puede comenzar a hablar de “neoindigenismo”, término acuñado por Giraudo y Sánchez en el artículo publicado en 2008, Neoindigenismo y movimientos indígenas en América Latina, para definir el nuevo contexto en el que se mueven las organizaciones indígenas. Para estos investigadores, el indigenismo que hasta ese momento era criticado por su “subordinación a los estados autoritarios”, comparte con los nuevos movimientos indígenas la idea de una necesidad de políticas especiales, unas nuevas políticas de “trato especial” hacia las poblaciones indígenas. “Hay que sumar al reconocimiento cultural de las sociedades indígenas, una política social para paliar la situación de miseria y pobreza en que viven”, insiste la investigadora del CSIC. Sobre todo cuando estudios del Banco Mundial y del BID han demostrado la correlación entre la pertenencia a un grupo indígena e índices de pobreza. Según los Indicadores Mundiales de Desarrollo de 2002, entre el 20 % y el 25 % de la población indígena subsisten bajo la línea de pobreza.
Los más de 400 pueblos indígenas latinoamericanos, caracterizados por la diversidad de sus modos de producción, de inserción social y una gran heterogeneidad cultural y lingüística (existen entre 625 y 950 lenguas autóctonas), se encuentran inmersos en un nuevo escenario político y socioeconómico. Evo Morales en Bolivia es uno de los ejemplos que representa la creciente presencia política de los nuevos movimientos indígenas. Estos han sido capaces de adaptarse al actual panorama latinoamericano sin perder de vista el legado de las luchas reivindicativas de generaciones anteriores.

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